Miguel Castro conoce a Arno Stern en los años 70. Aquello cambió su trabajo de manera determinante. Su interés se volcó en la Educación Creadora, en la Formulación y en la búsqueda de cómo hacer extensibles las condiciones de la Educación Creadora a otras materias.
Por un lado su interés por la arcilla lo llevó a crear una estructura y a definir una asistencia adecuada para el trabajo con este material, y por otro lado inició una investigación sobre la Formulación en la arcilla, que partía de cuestiones relacionadas con si ésta era un código que pertenecía exclusivamente a la pintura o si era posible encontrarlo en la arcilla. Años de práctica y análisis le han llevado a constatar la presencia de la Formulación en el juego de la arcilla.
Al igual que el taller de pintura, éste es un espacio de no juicio donde destaca la diversidad de las personas que conforman el grupo y donde la experiencia y la investigación individual guía el proceso de aprendizaje de cada uno.
El trabajo de asistencia se genera a partir de las necesidades que surgen con el empleo de un material como la arcilla y la estructura del taller está diseñada para obtener un buen equilibrio entre el espacio personal y el espacio colectivo.
Los grupos son de 12-15 personas. En el centro de la sala se encuentra la mesa común de trabajo donde se obtiene el material y se comparte con el grupo. A su alrededor, las tornetas definen el espacio personal de cada uno de los participantes en el taller.
Es un espacio que permite el desarrollo del juego hasta límites insospechados.